Somos chinos
Siempre me pareció que entre los chinos y nosotros había una profunda conexión, digamos que es una conexión extraña, pues nadie diría que entre ese enorme país asiático de gente amarilla y aquel pequeño país caribeño de gente multirracial podía haber una conexión que se expresaba lingüísticamente. Esa conexión la percibí muy temprano. Tenía 15 o 16 días de nacido, era realmente muy chiquito, cuando mi abuela se me acercó a la cuna y amorosamente me decía: "mi amolcito, chuquichuqui, chuchu, polque llora mi angelito, polque llora mi bebé", mi papé también hablaba chino, pero él me decía: "mi amol, ¿de quién es ese pi...?" y él mismo se contestaba: "pa; Malgot, papá, pa; Malgot", creo que así se llamaba una vecina. Con el correr de los años fui perdiendo la lengua de mis padres, de lo cual culpo a la escuela, cosa que siempre he lamentado, pues hasta el momento de entrar en ella, yo juraba que en mi casa se hablaba chino. Así que, durante