El baño
De todos los baños donde me he bañado, hay uno que recuerdo con cariño, con nostalgia. Se trata del baño de la casa de mis abuelos. Estaba fuera de la casa, la ducha era un pote de café imperial que mi abuelo le fue perforando pequeños huequitos con un clavito, por donde salía el agua fría de madrugada y tibia durante el mediodía (en aquel entonces el agua nunca faltaba). Era pequeño pero acogedor y cuando tenía 13 años era mi apartamento de soltero.
Allí descubrí mi obsesión lasciva por Ava Gardner, Marilyn Monroe y Lila Morillo, cuando usaba unas baticas llaneras por encima de la rodilla.
En ese baño, de mi infancia, desbordé pasión y derroché agua, mucha agua. De hecho bañarme era una aventura y mi abuela siempre me esperaba después de éste con una arepa, pues decía que el baño me dejaba hambriento. De allí que cuando alguna vecina le comentaba que su hijo no comía ella le sugería que lo metiera en el baño una hora y vería como se comía hasta las piedras.
Los muchachos de ahora no tendrán esa suerte. ¡Ah! yo jugaba en mi pequeño yacusi de esa húmeda suite, que para mí era presidencial, con las largas piernas de la Marilyn, jadeaba hasta la extenuación el nombre de ¡Ava! y le quitaba una a una las pestañitas postizas a una Lila deslumbrante, lanzando con sus pequeños pies la falda floreada al fondo del pequeño baño.
Y es que el presidente Chávez ha sugerido ¡qué digo sugerido! casi ha ordenado que los venezolanos deben bañarse en tres minutos: un minuto para mojarse, uno para enjabonarse y otro para quitarse el jabón. Obviamente, si tal medida se hubiese planteado cuando yo tenía 13 años, todavía se recordaría en el país la huelga de hambre más larga, sostenida y consecuente hasta provocar la muerte por inanición de un púber venezolano. ¡Esa joda es una violación de los derechos humanos de los púberes venezolanos!.
Desde que esta gente llegó al poder todo se ha vuelto pecado: ser rico es malo, bañarse por 10 minutos es un derroche de agua, encender el aire acondicionado en Maracaibo es despreciable, tener carro es un gusto burgués imperdonable, decir que se tiene gripe es desestabilizar al país.
Por eso, después de haber crecido, estudiado, trabajar, casarme, tener dos hijas, divorciarme y un largo etcétera, siento nostalgia de los viejos tiempos y la extrañeza de la humedad de aquel baño y mis largas jornadas de jabón y agua.
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