Un trasnocho marxista
Las luces de la oficina presidencial están encendidas, a pesar del llamado al ahorro energético. El rumor que se esparce por todo Miraflores es que el Presidente no hace otra cosa que leer El capital.
Todo el personal que vela el sueño del Presidente está alarmado, porque en medio de la noche, casi ya en la madrugada, se oye, primero, un llanto desgarrador, luego el llanto se va aminorando, para luego volver a arrancar con un desgarrador grito de impaciencia. - ¿Qué le pasa, al Presidente-comandante?, se pregunta la gente de casa militar. - No sé, responde uno de los edecanes del Presidente, encargado de vigilar el sueño presidencial, lo mejor es que llamen al ministro Giordani.
- ¿Qué pasa?, preguntó el ministro Giordani al llegar a La Casona. Lo mismo que le pasa desde que usted le trajo esos libros, ministro: se deprime, llora, y grita: "Yo soy un tarado". Creemos que a veces delira, porque algunas veces se levanta de la silla y grita: "Arriba los obreros de París". Déjenme con él, que yo resuelvo ese problema.
Jorge, le gritó el Presidente. - ¿Qué pasa, Presidente? - Es que no entiendo nada, Jorge, y volvió a reventar a llorar. Es como si la cosa estuviera escrita en guajiro o yanomami. - ¿Qué me pasa, Jorge?
Giordani recoge el libro. Ya lo leyó todo, piensa, porque está totalmente subrayado, lo mira con cierto miedo y le dice: pero ya veo que lo ha entendido, pues lo tiene totalmente subrayado. Nojoda, Jorge, subrayé lo que no entiendo. Giordani le dice que no se estrese. Que no es que él sea tapa'o sino que eso es culpa del traductor, quien no ha captado la naturaleza y la simplicidad de una obra que fue escrita pensando en los obreros.
- Eso es lo que yo me digo, cómo si está escrito para los obreros, yo no puedo entender por ejemplo, esta tontería: "El trabajo concreto se convierte en la forma de manifestación de su contrario: el trabajo abstractamente humano". No se preocupe Presidente, aquí a nadie le interesa que usted haya leído El capital.
Pero Jorge es que yo he dicho que soy marxista. No hombre, ya la gente se olvidó que usted dijo eso. Por ejemplo, quién se acuerda que usted leyó El oráculo del guerrero. Carajo, Jorge, con lo que me gustó ese libro, era facilísimo, igual de fácil que Las venas abiertas...", por qué Marx tuvo que escribir tan arrecho. - Ya le dije, Presidente: eso es culpa del traductor. - ¿Tú crees, Jorge?, - explícame el párrafo, para leerlo y explicarlo en el Aló del domingo. Por qué no se duerme, Presidente. - Coño, Jorge, ¿no será que tú tampoco lo entiendes?
Énder Arenas Barrios
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