Futuro muerto
Por: Danilo Acosta
El presente son las experiencias del pasado con las expectativas del futuro. Vistas así las cosas, los venezolanos debimos haber aprendido muy poco de la historia patria para que ahora no tengamos esperanzas de vivir un porvenir alentador porque hemos sido pasivos y hemos dejado que una sola persona nos haya quitado hasta el derecho a soñar y dejarles a nuestros descendientes una herencia rica en posibilidades en todos los sentidos.
El presente que vivimos en Venezuela no es, como lo quiere hacer ver el actual régimen, el fracaso de los gobiernos del pasado. Más bien son los desaciertos que en todo sentido ha tenido el Gobierno y su cabeza visible, lo que ha convertido a nuestro país en una suerte de lotería en la cual la empresa privada, los medios de comunicación o el venezolano común, saca el número que lo convierte en historia porque así lo decidió el todopoderoso.
Ante esa situación, es difícil pensar que los venezolanos tengamos expectativas de un futuro halagador. Ya en el país se ha consumado cualquier tipo de atropello de manera ilegal y ni uno solo de nosotros ha sabido o ha querido responder de la misma manera, siempre con el pretexto que eso es lo que quiere el régimen para tratar de justificar una acción violenta de represión.
Sólo debemos detenernos y hacer un recuento de todo lo que ha pasado en Venezuela en los últimos 11 años y veremos que sin ánimo de ser pesimistas, aquí nada bueno ha sucedido. La calidad de vida de los venezolanos ha bajado considerablemente producto de la inseguridad; la merma producción de alimentos y servicios básicos; la mala calidad de la asistencia hospitalaria; el deterioro de la infraestructura vial; el cierre de empresas del Estado que luego de ser de las más productivas a nivel internacional, hoy son cementerios de chatarra, y para rematar, la gestión más corrupta de todas las que recuerde nuestra historia nacional.
Y si lo anterior ha sido el pasado y el presente recientes, nada bueno debemos esperar del provenir. Si ya hemos soportado sin rechistar o con tibias protestas todo lo que a este régimen se le ha ocurrido para acabar con la calidad de vida de los venezolanos, no debemos abrigar ni la más mínima esperanza de recuperar para el bien de todos la tranquilidad perdida; la esperanza de un futuro promisorio, ni siquiera el anhelo de vivir en libertad.
Lamentablemente Venezuela ya inició el descenso hacia las profundidades del oscurantismo. El libre pensamiento y el respeto de las ideas que hizo que la humanidad diera un gran salto para dejar atrás las prácticas de la política medieval para ingresa en la llamada era del progreso, durante la cual no sólo se avanzó en el campo de lo industrial y lo tecnológico, sino en el respeto de las más diversas corrientes del pensamiento humano, ahora regresan a esta nación del continente americano.
Aquí lamentablemente ya no existe el respeto por la Constitución, la cual se utiliza al antojo y la conveniencia del régimen. El Tribunal Supremo de Justicia; el Parlamento; la Fuerza Armada; el Consejo Nacional Electoral, la Procuraduría y la Contraloría, todos están de rodillas. Ninguna de esta instituciones es garante de las layes y en lugar de servirle al Estado, son serviles a una sola persona que las utiliza para consolidar no una forma de gobierno, sino un proyecto personal.
Eso es lo que más nos duele. Ver a un país que lo tiene todo sumido en la más aberrante situación de la cual tengamos conocimiento los venezolanos. Una nación sin leyes, con un gobierno que lo avasalla todo sin importar el daño que le hace a los de adentro mientras que sus riquezas son repartidas a manos llenas afuera sin importar que aquí también necesitamos los que a los otros se les regala.
Así pues, Venezuela ya es un país sin futuro. No sacamos las lecciones del pasado, vivimos atormentados en un presente de zozobra permanente y el futuro, no cabe duda, será de escasez, de esclavitud y de ignorancia y al parecer, por la pasividad que mostramos hoy, es posible que eso sea lo que queramos para el mañana.
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