El cuento infantil de Hugo
Érase una vez en un lejano pueblo del llano una familia tan pobre, pero tan pobre, que la mamá y el papá tuvieron que meterse a copeyanos para poder darle un mendrugo de pan a toda su enorme prole.
Todos los niños tenían cualidades especiales, pero a veces se portaban muy mal: no se cepillaban los dientes ni se peinaban.
Un día la mamá decidió salir de uno de ellos y se lo llevó a casa de la abuelita, que vivía en el bosque y que fabricaba unos dulcitos que el niño se los vendía a los leñadores. Un día, en medio del bosque, fue atacado por un lobo feroz y le dejó una herida en la frente que con el tiempo se convirtió en una especie de lunarcito arrugado de color marrón.
Cuando creció, el niñito se juró a sí mismo, en un claro del bosque, sacar a su familia de la pobreza; caminó, caminó y recontrarrecaminó. En lo más espeso del bosque se encontró con un burrito que a él le pareció familiar y hasta sintió un leve sentimiento paternal por el animalito. El burrito estaba atorado en un barrial y le dijo: "Sácame de este barrial y te concedo lo que tu quieras".
Liberado el burrito le dijo: "Arráncame un pelito y agitándole dice las palabras mágicas: 'Tacatú tacatú patatatá', y puedes transformarte en lo que tú quieras (menos pelotero, esa vaina sí no la pidas, pues la cosa no es para tanto)".
El joven (ya había crecido) le arrancó un pelito al burrito y dijo las palabras mágicas: “Tacatú tacatú patatatá”; transfórmame en TC y ¡zuas! Enseguida se volvió TC.
Volvió a agitar el pelito y tacatú tacatú patatatá, transfórmame en presidente y ¡zuas!, fue presidente. Una vez presidente, consiguió muchas cosas: Su familia se volvió rica y tiene grandes palacios, enormes estancias llenas de sembradíos de ricas frutas y legumbres, enormes vacas que dan rica y deliciosa leche y perfumados quesos y muchas empresas que con el tiempo se conocen como capitalistas.
Sin embargo, en su pueblo han empezado los problemas: no hay electricidad, el agua no sale por las tuberías, la inseguridad pone en peligro a todo el mundo, problemas de la salud.
Todos le echan la culpa y él no sabe qué hacer. Pasa horas agitando el pelito del burrito pero no recuerda las palabras mágicas; todo el mundo le oye gritar: "Cucuchún cucuchún chaschás", y nada; "paruca pataruca pum pum", y nada; "rúquiti rúquiti rarrá", y tampoco. Por allí anda expropiando a todo los burros que ve.
Énder Arenas Barrios /Sociólogo /enderarenas@hotmail.com
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