Hoy, preguntas, solo preguntas.
¿Todos esos electrodomésticos de verdad fueron adquiridos con el dólar protegido de Cadivi?
¿Y los que importaron por su cuenta con el desatado dólar negro que hasta anteayer fue informal pero permisible pues se compraba a ojos vistas?
¿No habrá manera de establecer una diferenciación entre productos subsidiados por el dólar preferencial y los otros, los que en realidad fueron comprados a dólar paralelo?
Esta intervención de las tiendas de electrodomésticos ¿es buena o mala?
¿La provocaron los propios comerciantes con la escalada de precios o el desatado consumismo de la abundancia o la permisividad “vista gorda” “dejar hacer, dejar pasar”?
¿Dónde termina la justa ganancia y comienza el sobreprecio?
¿Cuánto cuesta de verdad una nevera china, un aire chino, un televisor chino, un juguete chino y en cuánto se puede vender en Venezuela?
¿Esos costos incluyen la matraca que los comerciantes pagan para sacar sus importaciones de la aduana y la eterna matraca de la delincuencia y los uniformados o la matraquita de los sindicatos que si no les pagan no dejan que se levante ni una pared nueva en su local comercial?
¿Alguien duda que los empresarios venezolanos tienen unos costos adicionales que son muy superiores a los que registra la contabilidad oficial? Pero, pagando esos costos
¿se llega a justificar que las neveras, aires, televisores, lavadoras, carros y camionetas sean las más caras del mundo entero?
¿Habrá alguien incapaz de emocionarse al ver la gente pobre y de clase media, ilusionados en las infinitas colas, al fin logrando lo que hasta ayer parecía imposible?
¿Pero no irá a pasar con los electrodomésticos lo mismo que con la comida y la gasolina?
¿Y si después de las colas sobreviene una terrible escasez de productos?
¿Habrán ya cerrado la frontera para impedir que esas neveras y televisores estén siendo bachaqueados para enriquecer a unos pocos y dejar desabastecido el mercado?
¿Quién va a impedir que “bachaqueen” los pantalla plasma y secadoras?
¿Los mismos que han permitieron la desaparición de la harina y leche de los anaqueles venezolanos?
¿Cuándo carajo se fuñó la economía en Venezuela?
¿Acaso cuando el gobierno populista echó a la calle esas masas monetarias del petróleo a cien dólares, para que cada quien agarrase algo?
¿o cuándo se cumplimentó el mito del Dorado y pareció que de repente todo ferretero, mecánico, albañil, comerciante y bodeguero podía enriquecerse de la noche a la mañana cobrando lo que le diese la gana por cada cosa?
¿O cuándo se desató una fagocitosis colectiva, cada quien más vivo que el otro, todos comiéndonos entre nosotros mismos?
Este masivo canibalismo, queriendo jorobar al otro ¿no se ha devuelto como un boomerang y ahora todos somos más pobres, más limitados?
¿De qué le sirve al comerciante remarcar hasta mil por ciento sus precios si aparece Robin Hood Gobierno y entre aplausos populares le impone las rebajas? Y el vendedor de carros que se ganó quinientos millones con cada camioneta
¿se esfumó de la Venezuela donde no se consigue ningún producto regulado?
¿No será que el problema de fondo son los límites de los determinismos?
¿O es que el socialismo utopista y distributivo es tremendamente popular pero ineficiente cuando no se combina con dosis asertivas de competitividad y estímulo a la producción?
¿o que el indispensable capitalismo se torna odioso, agobiante cuando se pervierte con desmedido afán de lucro, usura, egoísmo, “salvaje capitalismo”?
¿Hace falta o no un nuevo pacto social?
¿No habrá llegado el momento –esperado por quince años- para que finalmente los factores de poder dejen los extremismos y concuerden?
Si conjuntamente gobierno y oposición, comerciantes, industriales, medios y dirigentes populares fijan escalas de precios y salarios, barreras antiinflación, defensa de la moneda
¿no sería lo único conveniente para el país?
Ramón Alberto Escalante
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