Carta al Banco Mundial” por Laureano Márquez
SRES. BANCO MUNDIAL
Su Despacho.
Ante todo, no se asusten, que la presente no tiene como finalidad pedirles plata. Más bien, el tono de esta misiva es de reclamo por una información aparecida en The Wall Street Journal según la cual ustedes afirman que Venezuela y Haití son los peores países del continente para hacer negocios. Están supremamente equivocados como dirían en Bogotá. No sé cómo va el tema en Haití, pero Venezuela es, sin la menor duda, el mejor país para hacer negocios no solo de América Latina, sino me atrevo a afirmar, sin exageración, que del planeta Tierra y sus alrededores. Hace poco, luego de abandonar el cargo, el ministro de Planificación nos informó de sectores que han devengado ganancias por el orden de los 20.000.000.000,00 de dólares, todo esto, además, libre de impuesto sobre la renta. Muestren ustedes en sus registros a otro país donde se hayan hecho tan buenos negocios en tan poco tiempo. Claro, que un pequeño detalle es que todos los negocios aquí se hacen es con el gobierno, lo que constituye parte de nuestro problema. ¿Quién va a querer en el fondo salir de un gobierno —y esta es parte de la contradicción nacional— que es simultáneamente tan destructivo y a la vez tan rentable? Si alguna expresión resume este tiempo es aquella del “vivamos, callemos y aprovechemos” con la que Picón Salas denunció otro momento de nuestra historia.
Venezuela, señores del Banco Mundial, es un país floreciente en buenos negocios y he, a continuación, algunos de ellos:
– Los bolichicos: se trata de jóvenes que no sobrepasan los 30 y que descubrieron que el control de cambios existente en el país es el negocio más lucrativo que ha existido en la historia de la humanidad. Según cuentan los especialistas, esta transacción funciona así: usted pide dólares preferenciales para importar productos y hace intercambios comerciales con empresas que están fuera, bien fundadas por usted mismo, o empresas constituidas ad hoc venezueliensis. El negocio consiste en que usted no importa lo que dice importar, lo que termina no importándole a nadie.
– Cupo Cadivi: Venezuela es el único país del mundo en el que usted se va de viaje y regresa con mucho más dinero del que se fue, después de pasar una semana en algún destino turístico. El negocio consiste en que usted “raspa” literalmente el cupo de divisas que le asigna el Estado. “Raspar”, para que nos entendamos, consiste en pasar la tarjeta de crédito realizando compras ficticias para obtener divisas en efectivo que usted luego puede vender en el mercado negro o paralelo. Para ello existen raspadores especializados en cupo venezolano distintos lugares del mundo. Cuentan los entendidos que los de Cuba funcionan bastante bien, porque para raspar en la tierra de Martí asignan el cupo completo. El negocio en este caso lo realizan no solo los venezolanos, sino que produce un efecto multiplicador en los países donde se encuentran los centros de raspado. Este ramo de nuestra floreciente economía ha producido incluso empresas de viaje que pagan los gastos de grupos de personas y negocian el cupo. Mayoristas, que llaman.
– El bachaqueo: consiste en aprovecharse de la absurda regulación que tienen los productos de la cesta básica en Venezuela, que en la mayor parte de los casos están fijados por debajo de los costos de producción. Este negocio presenta modalidades diversas. Una consiste en comprar y revender al precio real los productos. Otra, en sacar los productos del país y llevarlos a países vecinos, donde también pueden ser vendidos a precio real. Este negocio presenta una variante farmacéutica que se ha nutrido de la regulación de las medicinas.
– La exportación privada de gasolina: es como el bachaqueo pero con el combustible, un producto más riesgoso y difícil de transportar. Aquí también hay detallistas (pimpineros) y mayoristas (gandoleros). La idea es transportar la gasolina, que en Venezuela se regala, a los países vecinos, donde se vende al precio de mercado internacional.
– El cemento: luego de su brillante expropiación, la floreciente industria del cemento, como todo lo que ha caído en las garras del gobierno, inició su declive, pero esto marcó el inicio de un nuevo negocio: el poco cemento que se produce se destina a la Misión Vivienda; de allí se desvía a la venta privada, donde se cotiza hasta a Bs. 1000 el saco (un millón de los de antes). Como existe un círculo vicioso de dinero que no es fruto del esfuerzo, hay mucha gente que lo paga. Este, según cuentan, es uno de los negocios más productivos de este momento.
La lista es larga, no podemos enumerarlos todos. Menester es decir que, por otro lado, de manera paralela a esas eficientes muestras de impulso empresarial, se ejecuta un proceso de desestímulo, castigo y penalización de toda actividad honestamente productiva, para que la gente entienda de una vez que por el lado del esfuerzo y la decencia no va a conseguir nada, si no pasa por la taquilla oficial. Aun así, Venezuela es un país tan rendidor que en estos tiempos hay ¡incluso! quien ha hecho dinero trabajando decentemente y sin corromperse. Pero de todos los negocios, sin duda el mejor sería comprar el gobierno por lo que vale y venderlo por lo que él dice que vale. Lástima que a estas alturas ya nadie dé ni medio.
Señores del Banco Mundial: rectifiquen antes de que sea demasiado tarde y nuestros conductores decidan retirar todos los depósitos que tiene con ustedes y los dejen en la quiebra.
Por: Laureano Márquez
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