EL PROBLEMA DE LOS TRES CUERPOS
El título no tiene nada que ver con la marina, la aviación y el ejército o con las fantasías eróticas del “dos mujeres pa mi solo”, sino con uno de los problemas más peludos de las matemáticas que ya empieza a rozar la filosofía y a la religión.
En 1776 Laplace, un matemático francés, afirmaba que si se conociera la posición y características de las partículas del universo podría predecirse sus posiciones pasadas y también las futuras. Durante más de cien años esta tesis pareció correcta y es probable que influyese en la célebre frase de Einstein “Dios no juega a los dados”. Pero a principios del siglo XIX, otro francés de apellido Poincaré demostró que las condiciones finales de un fenómeno de tres o más cuerpos interactivos dependen tan sensiblemente de las condiciones iniciales que se hace imposible predecir nada. El azar y lo aleatorio formaron el basamento de las nuevas teorías del caos en donde, parece ser, se desenvuelve de verdad el mundo real. Así que, aparentemente, no solo Dios si juega a los dados sino que además lo hace como un tahúr.
Tratando de resolver el acertijo de los tres cuerpos se identifican sus posiciones iniciales y también se agregan sus velocidades, masa, rotación, cargas y otras cosas haciendo que aparezcan 18 ecuaciones de las que solo se pueden resolver 10. El resultado es simple: “nunca sabremos que pasará”. El problema de los tres cuerpos fue acicateado por el estudio de los planetas y el universo pero su aplicación a lo cotidiano existe.
Y tal vez Venezuela esté en ese esquema. Un cuerpo que representa al chavismo, otro cuerpo que representa a la oposición y un tercer cuerpo que representa a todo lo internacional. Los tres interactúan y dependiendo de sus posiciones se atraen o repelen y van moviéndose y girando en el gran tablado social. Si nos copiamos de Poincaré aquí nadie pude predecir que pasará y, lo peor, el final dependerá, principalmente, de acciones de poca importancia. Esto no quiere decir que hay que acostarse a esperar a ver que pasa. Las influencias entre los cuerpos existen y si son inteligentemente dirigidas pueden aparecer las llaves de la solución.
Quizás el travieso Dios está detrás de todo esto haciéndonos hervir en conflictos para ablandar al monstruo que llevamos dentro o, tal vez, le gusta vernos competir en nuestra imposible búsqueda de la verdad.
Pero mucho más importante que nuestra incompetencia en predecir, es la convicción de estar haciendo lo correcto. En ese sentido hay poca duda de que el camino que propone Chávez es intolerante, falto de libertad e irrespetuoso de la Constitución. Sus propios seguidores deben evaluar con mucha serenidad a este individuo que se irrita cuando le llevan la contraria, toma a lo macho la propiedad de otros y promete y miente sin pudor. Este tipo no es bueno y no debe ser presidente nunca más.
Eugenio Montoro
montoroe@yahoo.es
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