CAMINO DE LECHERÍAS



Hace poco viajamos desde Maracaibo a Puerto la Cruz en carro. Son mil kilómetros aproximadamente que poseen información interesante. Las carreteras son como parte de nuestra casa y cuando un turista nos visita es bastante probable que las transite y obtenga una primera impresión de Venezuela.
Quizás note el turista la enorme cantidad de reductores de velocidad a los que el ingenio popular bautizó “policías acostados” o “burros”. Aparecieron como una explosión durante estos últimos años. Cuatro casas de un lado de la vía y tres del otro parecieran justificar ocho “burros”. En el trayecto en referencia hay más de doscientos noventa y hay que pasarlos no solo muy despacio sino pacientemente por las colas que se generan. Como consecuencia, en cada “burro” hay vendedores de café, chicharrones, paledonias, jugos y otras cosas. Un cínico cercano razonaba que, viéndolo en positivo, los reductores han incrementado el número de micro empresarios. Demás está decir que tienen poca o ninguna pintura y que de noche, a falta de los vendedores que alerten, los golpes en los cauchos son emocionantes. La señalización obligatoria sobre la carretera es deficiente y hay que imaginársela por el día y rezar el padrenuestro por la noche. Hay también una novedosa proliferación de alcabalas móviles lo que implica reducir la velocidad, calarse una “colita”, y, si te agarra el hado, mostrar “los papeles”.
Pero los reyes de la ruta son los huecos algunos tan grandes que de caer en uno el vehículo no podría seguir. Hay 5.224 huecos desde Maracaibo a Puerto la Cruz por el canal de ida y suponemos otros tantos en el canal de regreso (si no creen pueden contarlos). La otra curiosidad es un gran número de estaciones de cobro sin nadie que cobre pero que también obligan a reducir la marcha para pasar por sus estrechos canales. Lo demás son las usuales colas de treinta minutos para pasar Valencia, de cuarenta para pasar Caracas y llegar entonces al mismo modestísimo pedazo de la autopista de oriente a la que no se le ha añadido ni un par de metros desde hace veinte años. Pero nada impactará tanto a nuestro turista como entrar a un baño de carretera. Juntando todo le costará sintonizar esa creencia de riqueza y de ser poseedores (Chávez dixit) de “las mayores reservas de petróleo del mundo”, con tanto desorden, desatención y miseria.
Es posible que el Gobierno de Chávez pase a la historia como el peor que hemos tenido. Lo lastimoso es que los rojos no ven sus faltas ni sus malas decisiones y siguen culpando a otros. Pero le diremos un secreto a Tribilín, esos escuálidos del Morro de Lecherías que tienen unas casotas y viven decentemente gracias al trabajo de toda una vida, no tienen culpa de los huecos infinitos, ni de la mayor inseguridad del mundo, ni de los hospitales asquerosos, ni de la inflación más alta en América, ni de la monstruosa falta de empleo. La culpa la tiene usted Presidente y por eso es que lo vamos a cambiar.

Eugenio Montoro
montoroe@yahoo.es

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