La conspiración

Toda conspiración siempre ha tenido cierto margen de riesgo, basta recordar la escena donde una alta funcionaria de la justicia, se acerca a la urna electoral, mira a la cara de todos los presentes, hace un mohín coquetísimo, casi lanza un beso, se le ve sobrada, pero, ¡ay!, allí mismo, por un descuido, se revela contra todo pronóstico, que votó contra el jefe y para colmo la fotografiaron, es decir, quedó registrada para el museo de la historia.

Allí mismo se reveló una de las modalidades conspiradoras más increíbles que se han desarrollado en el país en los últimos años y que continúa en desarrollo. Seamos justos, no se trata de la "conspiración de los patricios" mediante la cual Bruto y sus secuaces le dieron rolo a Julio César, no es la "conspiración de los puñales" dirigida contra Napoleón, y que al final terminó siendo un bluf preparado por Fouché para terminar de liquidar a la oposición.

La conspiración que se lleva a cabo aquí, es más sutil, y tiene que ser así, pues ella no es llevada a cabo por las fuerzas opositoras y he aquí su singularidad que abre un capítulo novedoso en los modelos de conspiraciones y naturaleza de los conspiradores, esta de aquí nace en el régimen: ministros, funcionarios bajos, medios y sobre todo altos, magistrados, contralores y fiscales y, sobre todo el mismo jefe. Todos llevan a cabo un plan maestro que probablemente terminará con todo y con todos.

La conspiración tiene varios momentos, por ejemplo, hay un momento estrictamente, digamos que, judicial, que a mi juicio es el verdadero motor de las conspiraciones en el país. Otro momento es el dramático: unos muchachos están en una huelga de hambre y la juventud revolucionaria se lleva unos pedazos de carne y montan una parrilla, haciéndose los graciosos.

Está el momento internacional: un dictador de tierras lejanas le da por matar a sus paisanos y de aquí le enviamos cantos laudatorios solidarizándonos con él. También, tenemos el parlamentario: un diputado reclama igualdad de condiciones en las interpelaciones y salta un diputado oficialista a querer caerle a golpes al reclamante. 

Toda conspiración tiene un cierto margen de riesgo, pues siempre hay un imponderable, pero esta gente es muy astuta y sigue con el plan de autodestrucción.


Énder Arenas Barrios / Sociólogo

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