Un cura en la AN




El cardenal estaba nervioso. Baltazar Porras habló con él esa mañana del martes para decirle que nada ocurriría, que el hombre más grosero y patán de la Asamblea Nacional lo habían visto en Miami de compras y no iba a estar presente en la sesión.

Más tranquilo, el cardenal llegó al Parlamento y justo en la misma silla donde siempre se sentaba Lepage en su época de parlamentario, vio a Carlos Escarrá.

Su sangre se heló cuando pasó al lado de éste y sintió un fuerte tufo a azufre y vio su sonrisa llena de sarro y piedra y, por supuesto, el insulto entre dientes, proferido por el hermano menor del otro Escarrá, para que sólo el cardenal le oyera: “Quítate la sotana para que veas de lo que soy capaz”. El prelado elevó su mirada al techo del hemiciclo y se serenó.

Luego vinieron las preguntas de los diputados, que no se hicieron esperar, para que el cardenal aclarara el papel que él había jugado en la historia reciente del país.

El diputado del PSUV, Juan Graterol, pregunta: "Dígame, cardenal, ¿qué hacía usted la noche del viernes 3 de agosto de 1498, en la que unos soldados españoles mataron a unos indios que andaban cazando, recolectando frutos y pescando?".

"Les recuerdo a los señores diputados que esta sesión no está siendo televisada", interrumpió Cilia Flores. Graterol intervino de nuevo y dijo: “Entonces retiro la pregunta, presidenta”.

"Tiene la palabra el diputado por el estado Zulia, ¿es del Zulia, verdad diputado?". "Sí, creo que sí, presidenta, yo soy representante del estado Zulia". El diputado se levantó de la santa curul, miró fijamente y preguntó a boca &39;e jarro: “¿Usted no sería, acaso, el hombre de pelo blanco, vestido de negro y una gran cruz en el pecho que Giovanni Vázquez de Armas, nuestro primer testigo estrella, vio en una reunión realizada con el objetivo de asesinar al Presidente?".

El cardenal puso cara de asombro y el diputado por el Zulia dijo: “Que conste, que la cara de asombro es una respuesta afirmativa; este hombre es culpable de intento de magnicidio”.

La sesión terminó y todos obtuvimos una lección de ella: El cardenal dijo lo que siempre dijo que había dicho, los diputados tienen un gran problema para articular una oración compuesta por un sujeto, un verbo y un predicado; y finalmente, por consiguiente, que nunca esperemos nada inteligente de esta Asamblea.

Énder Arenas Barrios

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